PARTE 1.
La leyenda dice que debajo de la gran ciudad vivía un monstruo en el
drenaje. Pasaba el tiempo aullando con su voz terrible, mascullando una sola
sílaba como una vieja que rezonga en un rincón. Sin embargo, su voz no daba
miedo, sino que molestaba a la gente de la ciudad. La gente se reía de su bajo
vientre que desbordaba hinchado, terriblemente doloroso y con grandes manchas
lívidas. Cuando la gente se reía, su ira se encendía como un relámpago
fulgurante; escupía, juraba, lloraba y las venas de su cuello se engordaban
como una morcilla.
Entonces, un día decidió salir en búsqueda de una bruja quien tenía el
poder de cumplir un solo deseo. Más que cualquier cosa, el monstruo quería el
poder de encarcelar a la gente en una prisión de terror.
Cuando hubo construido la barca para navegar el drenaje y llegar a la
isla encantada donde vivía la bruja, el monstruo se embarcó en su viaje. Navegó
la red de drenaje sin problemas y llegó al mar. No había ninguna brisa en la
noche despejada. Pero con su presencia en el agua, el mar se agitó y el trueno
retumbó. Las olas subieron y rompieron y la luna desapareció envolviendo todo
en penumbras.
Una ola se adelantó entre todas. Era pesada y gigantesca. A pesar de
los gritos de las otras que la detenían por sus piernas inmensas, la ola surgió
y cubrió la barca de blancuras. El monstruo cerró los ojos y cayó como una
piedra hasta que se había ahogado a medias. De repente, se encontraba arriba,
agarrando un pedazo de madera.
El huracán arrasaba. Para el monstruo, todo desapareció. Ya no existía
el drenaje de su hogar, la gente que lo maltrataba o el deseo de asustar. Sólo
quería vivir, y él se colgó a la vida como un parásito.
El monstruo despertó tendido de pecho en la arena húmeda de la isla
encantada. Se arrastró por la línea de árboles pero enseguida quedó exhausto y
tendido de pecho. Despertó otra vez y el sol brillaba alto en el cielo.
Estirado en la playa, el monstruo pensó en la tormenta que casi le quitó la
vida y se dio cuenta de una cosa: no quería pasar la vida asustando a la gente
que atravesaba su drenaje. Quería conocer el mundo de los humanos y vivir entre
ellos. Mientras le regresaba el vigor, se fortalecía su deseo de vivir con los
hombres.
Vio con determinación el bosque negro, inmenso. La muralla de árboles
ascendía a más de cien metros y protegía el corazón fangoso de la isla. El
monstruo avanzó con determinación y asedió las defensas del bosque. Después de
tres horas, una espuma gris y verdosa cubrió todo su deforme cuerpo, agotándolo
completamente. Sin embargo, el monstruo seguía, su deseo de ser humano le
impulsó a seguir adelante.
Al fin, encontró un espacio abierto donde descansaba una cabaña. Humo
acre salía de la chimenea. El monstruo se acercó a la puerta y tocó. Una vieja
más fea que el monstruo abrió y lo amenazó con un palo torcido. El monstruo dio
un paso atrás y declaró:
- Busco a una bruja que pueda concederme un solo
deseo.
La vieja lo consideró un rato y dijo:
- Pase.
La vieja cerró la puerta detrás del monstruo y caminó hacia su caldero
gigantesco en el medio de la cabaña. Añadió varios ingredientes al caldo y el
color del humo cambió con la introducción de cada uno. Cuando el color del humo
se convirtió en un rojo profundo, la vieja miró al monstruo y le dijo:
- ¿Estás cierto de lo que quieres?
El monstruo aprobó con la cabeza. Tomó un trago del caldo con una
cuchara grande. Una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante le
golpeó de repente. La sequedad creció en su garganta pero no le importó en este
momento. Ante sus ojos, las manchas lívidas desaparecían y su piel dejaba de
desbordar. Él, verdaderamente se convertía en un hombre normal. No lo podía
creer.
Quiso gritar de alegría pero la voz se quebró en un ronco arrastre. La
vieja sonrió y le dio una caña. La caña eliminó la sed y el hombre abrazó a la
vieja, le agradeció mil veces y quiso correr por la costa. No podía esperar a
volver a la ciudad.
Continuará...
Julian Mclain
No hay comentarios:
Publicar un comentario